domingo, 3 de abril de 2022

The Dark Night of the Soul - Loreena Mc Kennitt (letra español)






LA NOCHE OSCURA DEL ALMA: música de Loreena McKennitt y texto de San Juan de la Cruz


St John of  the Cross es nuestro San Juan de la Cruz, religioso y poeta español del siglo XVI que pasará a la historia por su poesía mística y por su reforma de la orden carmelita junto a Santa Teresa de Jesús.

Los poemas de San Juan de la Cruz tienen la misma fuerza hoy y hace cinco siglos y no entienden de fronteras.

La noche oscura del alma” es su obra más famosa y en ella desnuda su corazón y narra una experiencia cumbre de “unión del alma con Dios”.

En palabras del propio autor:

“Toda la doctrina que pretendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de perfección que aquí llamamos unión del alma con Dios

La cantante canadiense Loreena McKennitt se enamoró en 1993 de este texto que considera un poema exquisito sobre el amor no solo con Dios sino entre dos personas cualquiera, y le dedicó esta tema, “The dark night of the soul”,  en su album “The Mask and the Mirror”.

Para muchos a quienes las palabras de San Juan de la Cruz nos parecen crípticas, la música suave, evocadora y también mágica de Loreena McKennitt nos permite sentirlas mejor.

Y de la unión del sentido religioso de San Juan con el espíritu celta y femenino de Loreena resulta una canción tremendamente poderosa y emotiva para vibrar desde el corazón.

Estas son las ocho liras de “La noche oscura del Alma”:

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.