miércoles, 21 de septiembre de 2016

DAR Y RECIBIR MISERICORDIA EN ECUADOR. JULIO Y AGOSTO DE 2016



Donde está vuestro tesoro allí está vuestro corazón (Lucas 12, 34)

Las palabras de Jesús, que recoge el evangelista Lucas, al terminar su enseñanza sobre la confianza en la Providencia Divina, su llamada a buscar el reino de Dios aquí en la tierra, a no angustiarnos por las necesidades materiales, pues Papá Diosito, como así le llaman cariñosamente nuestros hermanos en la Fe de Ecuador, he querido escogerlas como título para estas breves pinceladas sobre una experiencia, tan rica y apasionante, que las palabras se quedan muy pobres, pero de ellas nos servimos para expresarnos y voy a intentarlo.
El pasado 16 de abril las entrañas de la tierra se estremecieron, como leía  meses después en una camiseta “Hasta en Ecuador la tierra baila reggaetón”; sin duda, una forma positiva de leer los acontecimientos que han destruido parte de la belleza de aquella hermosa tierra ecuatoriana, y que ha destrozado el corazón de tantas familias, muchas de ellas aún lloran a sus seres queridos que no han podido recuperar de entre los escombros. Y aún la tierra sigue bailando, como hemos podido comprobar cuando hemos estado  este verano en distintos lugares de Ecuador (Esmeraldas, Manabí, Cuenca y Chordeleg en los Andes,…Quito), donde nuestra Iglesia de Jaén sigue sembrando el Amor Misericordioso de Dios, en el corazón dolorido pero esperanzado de nuestros hermanos.
Cuando el pasado mes de abril la tierra ecuatoriana se estremecía también se estremecieron mis entrañas, y vinieron a mi mente las palabras que pronuncié cuando tuve que regresar de mi primera experiencia misionera allí: “Tengo que volver con más calma y sosiego, si el Señor así lo quiere”. Entonces, las circunstancias familiares y personales que envolvieron aquellos días en Ecuador no me permitieron vivirlo con la Paz necesaria, aunque sí con la entrega total que el Señor hace siempre posible, cuando dejamos actuar su Gracia, como San Pablo puedo afirmar que “en mi debilidad el Señor me hizo fuerte”, para poder hacer su voluntad allí en medio de los niños y niñas de la Casa Hogar de Belén situada en Manabí.
Entonces fue a través del sacerdote D. Juan Raya Marín, que había estado allí de misionero y de párroco en mi pueblo de Castellar, como pude conocer a un matrimonio misionero de Jaén (Ana Cruz y Antonio García), que de forma extraordinaria trabajaban allí desde hacía años con diversos proyectos, educativos y de carácter social.
Ahora siete años después, el Señor me vuelve a enviar en unas circunstancias difíciles y dolorosas para nuestros hermanos ecuatorianos, pero para mí el momento “kairós” (oportuno),  en el que el Señor quiere que se cumplan los deseos que en mi corazón quedaron entonces. Y así en un momento personal de paz, serenidad y muchísimo agradecimiento por tantas bendiciones recibidas a lo largo de mi vida, no podía guardarme tanta misericordia derramada sobre mí, precisamente en este Año Jubilar de la Misericordia, en el que el Papa Francisco nos invita a vivir en carne propia cada una de las obras de misericordia. La ocasión estaba ahí y lo único que hacía falta era preparar  todo lo material (billetes de avión, vacunas…) porque el corazón estaba dispuesto, asombrado y feliz.
 Si en aquella ocasión mi aventura la inicié sola, bueno siempre de la mano del Señor Jesús que nos envía y acompaña, ahora Él quería que en esta ocasión fuese bien acompañada por otro de tantos ángeles, como a lo largo de mi vida ha ido poniendo en mi camino, porque todas las experiencias importantes de nuestra vida cobran un sentido auténtico y profundo cuando se comparten. Y así ha sido desde el primer momento en que conocí a Antonio, miembro de la comunidad Parroquial de San Bartolomé de Torredelcampo, quien tenía también proyectado conocer la misión de Ecuador; sin duda, un compartir el mayor tesoro que hemos recibido: la Fe en Cristo, que nos lleva a salir fuera, a acercarnos a las necesidades ajenas, a acompañar en el dolor y también en el gozo, que de ello saben mucho nuestros hermanos de Ecuador, aunque su corazón pueda estar roto, siempre con la sonrisa en sus rostros. Desde el primer momento he tenido claro que mi misión era acompañar, estar, rezar por ellos y con ellos, servirles pero a su estilo que dista mucho de lo que nosotros entendemos y a veces queremos hacer…y como siempre pasa en estos casos yo que iba a compartir la Misericordia que Dios ha derramado en mí, me he encontrado con un derroche de Misericordia por su parte que me ha desbordado de gozo el corazón, experimentando un día tras otro lo que San Juan de la Cruz nos dice: “Quién anda en Amor ni cansa ni se cansa”. Y qué bien vive esta máxima el sacerdote misionero D. Luis Fernando Criado Reca, que desde hace años está en Esmeraldas llevando la misión con una humildad, sencillez, entrega, cariño, paciencia….admirables. Con él nos pusimos en contacto Antonio y yo para poder echarle una mano durante los meses de julio y agosto. Y con los brazos abiertos nos recibió, junto con todos y cada una de las personas que pasan y están en la casa parroquial de Rocafuerte (Esmeraldas), cada día, sin duda una casa de puertas abiertas donde siempre hay una palabra de acogida, un plato de comida, una palabra de apoyo, una sonrisa que repara y un abrazo que fortalece, porque así saludan allí con un abrazo con el que te entregan lo más valioso, su corazón. Gracias siempre por tanto cariño compartido.
Ahora de vuelta me encuentro sentimientos encontrados que hacen dura la adaptación, con el gozo de haber vivido lo que, sin duda parece un sueño, y la nostalgia por la separación y la distancia. Han sido días  intensos y con un transcurrir demasiado rápido. Toca tomar tierra de nuevo, reflexionar sobre la experiencia compartida para llevar lo aprendido a nuestra misión de aquí, pero siempre en comunión con los que allí caminan, desde la oración para que sigan levantándose cada día con esa confianza en que su vida está en los brazos amorosos y providentes de Dios Padre, que les cuida, les acompaña, en todo momento y circunstancia, incluso en las que no se pueden entender y hacen sentir impotencia, como el caso de un amigo de Antonio y Ana que ha perdido a casi todos los miembros de su familia en el terremoto de abril,  y aún con su dolor compartido, se afana por ayudar a los que están necesitándole. Otro testimonio digno de mención que me ha llenado también de alegría y de inmensa gratitud, las vidas entregadas de las hermanas del Hogar de la Madre, que perdieron a la Hermana Clare y otras cinco chicas postulantes, atrapadas entre los escombros del colegio “Unidad Educativa Sagrada Familia”, que se vino abajo en Playa Prieta (Manabí, Ecuador), trabajando sin descanso para levantar de nuevo la escuela, con una fortaleza  y alegría increíbles.
Han sido unos días de recorrer diversos lugares ecuatorianos, encuentros entrañables con familias que ya conocíamos, acercamiento a distintas realidades y necesidades, que son muchas. Por ello, os animo, desde estas líneas, a apoyarles, tanto con vuestra ayuda económica, como con la oración, para que el Señor les siga fortaleciendo siempre.
Ojalá estas líneas sirvan para que nuestra misión de Jaén se revitalice, se tome más conciencia de la labor que allí de forma callada se está realizando y de la mucha ayuda y apoyo que se necesita. Ojalá desde nuestra Delegación de misiones de Jaén se pueda encauzar algún otro proyecto y haya obreros generosos que sean también enviados para llevarlo a cabo. No dudéis cuando hacéis vuestra generosa aportación a las Misiones de que será bien empleada, y que sin ella, y en la mayoría de los casos haciendo verdaderos milagros con la ayuda que les llega, sería imposible ir contribuyendo a que cada persona, cada hijo de DIOS, y hermanos nuestros, vayan mejorando las condiciones para una vida más digna.
Para mí, decir Ecuador,  es decir: cariño, bondad, acogida, alegría, hospitalidad… pues así me acogieron hace siete años en Manabí y ahora allí, en Cuenca y en Esmeraldas, donde hemos estado la mayor parte del tiempo con Luis Fernando, haciéndome sentir como en casa y, sin duda, que siempre, en mi corazón, tendrán un lugar muy especial.
Por eso, quiero terminar con las palabras del salmista que dice: “Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho…”.
Que Él nos siga ayudando a crecer siempre en la Fe, Esperanza y Caridad, para llevar a buen término la obra que en cada uno de nosotros ha comenzado. Y como dice un dicho popular: “Donde el corazón se inclina, el pie camina”, así que agradecida por haber visto hecho realidad mi deseo de volver, después de siete años, pido a Diosito que siga dirigiendo mis pies y el regreso sea cuando Él vea mejor pero que no se demore tanto.
Gracias Ecuador, gracias Luis Fernando, Gracias Ana y Antonio por invitarnos a compartir también allí dos semanas de gozo en el Señor por la Misión, gracias a tantas personas (la lista es inmensa) a las que no nombro por no querer dejarme a ninguna, por último Gracias al que ha sido mi ángel de la Guarda en esta etapa de mi vida, por la sencillez y humildad que te distinguen y que me has enseñado. 


Mª del Carmen Ropa González
Jaén, 7 de septiembre de 2016
.
“Id  y proclamad que el reino de los cielos está cerca…
Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis...”
(Mt. 10, 7-15)